Critica: Día de la Independencia: Contraataque
La original "Día de la Independencia" pertenece a un mundo cinematográfico que ya no existe. En 20 años cambiaron tanto las cosas, que parece increíble. Pero la realidad es que, lo que nos vendió a los espectadores la película original era esa sensación de ver algo único.
El trailer de la película del 96 culminaba con la destrucción de la Casa Blanca. Un efecto logrado con un modelo a escala y algunos retoques.
Hoy en día ya nada nos sorprende. Todo se hace por computadoras y todo parece posible. Entonces, ya el gancho de ver algo único no existe más. El cine ganó en posibilidades, es cierto, pero ahora que todo es posible, nada es realmente asombroso.
Entonces, ¿qué le queda a esta nueva película para ofrecernos?
Podría ofrecer una historia con personajes complejos e interesantes. Pero no le podemos pedir a Roland Emmerich que comience a esta altura de su vida. Podríamos pedirle actores carismáticos, pero nos tendremos que conformar con Liam Hemsworth y Maika Monroe, que está bien, pero no es Mae Whitman (a quien deberían haber llamado para que volviera a hacer el papel de la original, ya que una comediante buena le podría haber dado muchísimo más a la película).
Quienes sí aportan son los originales. Sobre todo Jeff Goldblum, Bill Pullman y Brent Spiner (que interpreta a un personaje en una pareja gay, algo que se agradece entre tanta heteronormatividad en los tanques de Hollywood).
Pero algo pasa con esta nueva "Día de la Independencia", que viene a salvar todo lo que veníamos diciendo: la película acepta con los brazos abiertos su condición de cine clase B (con efectos caros, eso sí), y decide tomarse la libertad de divertirse con eso, de no tomarse tan en serio, de simplemente disfrutar.
Y cuando Emmerich no se lo toma tan en serio, cuando parece guiñarnos y decirnos "esto es para divertirse", se vuelve llevadera y disfrutable.
Lejos está de ser una gran obra. Lejos, también, de ser memorable. Y sin embargo, funciona. Sí, con algunos golpes (un primer acto pesado, por ejemplo) y una falta absoluta de verosimilitud, pero si la película no se lo toma en serio, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?
Pop, refresco, y dejarse llevar. ¡Salud!
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