No puedo no estar de acuerdo

San José, 26 de marzo de 2010


Excelentísimo señor

José Alberto Mujica Cordano

Presidente de la República Oriental del Uruguay

Montevideo, Uruguay


Excelentísimo señor Presidente:

No le escribo hoy a don José Alberto Mujica Cordano, sino al “Pepe” revolucionario, a ese hombre que en medio del fango del horror, conservó siempre intacta la flor de la justicia; a ese soñador que no apagó la luz de la utopía, ni en el más oscuro rincón de su celda olvidada; a ese idealista que defendió, ante ofensas y amenazas, una fe inquebrantable en un futuro mejor para Uruguay y para América Latina. Le escribo al “Pepe” para decirle que queda todavía, en el morral del tiempo, una última utopía: la abolición del ejército uruguayo.

Mis palabras emergen del cariño y de la buena voluntad. Sé que no tengo ningún mandato sobre los destinos de su pueblo. No pretendo irrespetar la soberanía de una nación hermana. Tan sólo quiero brindar un consejo que veo escrito en el muro de la historia de la humanidad: los ejércitos son enemigos del desarrollo, enemigos de la paz, enemigos de la libertad y enemigos de la alegría.

En gran parte del mundo, y sobre todo en América Latina, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos en nuestra región. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una trampa permanente para nuestras democracias.

Uruguay no necesita un ejército. Su seguridad interna puede estar a cargo del cuerpo de policía, y su seguridad nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso que el de sus vecinos, que además son países democráticos. No importa cuánto invierta en sus fuerzas armadas, Uruguay no logrará ganar una carrera armamentista contra Brasil, Colombia, Argentina, Chile y Venezuela. En las circunstancias actuales, la indefensión es mejor política de seguridad nacional para su pueblo, que un aparato militar inferior al de sus vecinos.

Lo digo por experiencia. Costa Rica fue el primer país en la historia en abolir su ejército y declararle la paz al mundo. Hace más de sesenta años, otro Pepe revolucionario, el Comandante José Figueres, decidió proscribir para siempre las fuerzas armadas de mi país. Desde entonces, los costarricenses no han vuelto a vivir una guerra. No han vuelto a derramar su sangre en un enfrentamiento civil. No han vuelto a temer un golpe de Estado, una dictadura o un régimen de persecución política. Mi pueblo vive en paz porque apostó a la vida; vive en paz porque confío en el poder de la razón para gobernar los impulsos de la violencia.

Me dirá, querido amigo, que Costa Rica vive en medio de países pacíficos. Pero eso no fue siempre así. Hubo una época en que mi pueblo colindaba al norte y al sur con la dictadura. Hubo una época en que el silbido de la metralla sonaba muy cerca de nuestras fronteras. En lugar de tomar las armas, Costa Rica salió a luchar por la paz en Centroamérica. No nos hizo falta el ejército. Por el contrario, estar desmilitarizados nos permitió ser percibidos como aliados de todas las partes del conflicto. En verdad le digo que no ha habido decisión que más haya fortalecido la seguridad nacional costarricense, que la de eliminar el ejército.

Otros dos países latinoamericanos han seguido nuestro ejemplo: Panamá y Haití. En 1994, el Congreso panameño aprobó, por medio de una reforma constitucional, la abolición de las fuerzas armadas. Desde entonces, Costa Rica y Panamá comparten la frontera más pacífica del mundo. Y no es casualidad que sean, también, las dos economías más exitosas del istmo centroamericano. Porque el dinero que destinábamos a nuestros ejércitos, lo destinamos ahora a la educación de nuestros niños, a la salud de nuestros ciudadanos y a la competitividad de nuestras industrias y comercios. Hemos cosechado los dividendos de la paz, así como también los cosechó, aunque en menor medida, el pueblo de Haití, que con la abolición del ejército puso fin a un eterno rosario de golpes de Estado.

¡Hay tantos mártires en la historia contra la tutela militar! Usted que padeció bajo el yugo de la opresión, tiene ahora la posibilidad de librar para siempre de ese yugo a los hijos del mañana. Cuando el futuro venga, en palabras de Mario Benedetti, “con su afilada hoja y su balanza, preguntando ante todo por los sueños, y luego por las patrias, los recuerdos y los recién nacidos”, tenemos que saber qué le diremos. Tenemos que saber lo que hemos sido. Ojalá que ese futuro reconozca en usted, amigo Presidente, al “Pepe” revolucionario que declaró la paz al mundo y decretó sagrada la vida en Uruguay.

Un abrazo fraterno,


Óscar Arias Sánchez

Presidente de la República de Costa Rica


Me llama la atención la cantidad de respuestas negativas que han salido de los ámbitos políticos, sin distinción de banderas. El argumento principal vino por el lado de "que la soberanía esto, que la soberanía aquello".

¿Acaso importa más quién lo dijo (en este caso un extranjero, sí), que el contenido de lo que dice? ¿Qué argumentos sólidos hay en contra de lo que dice la carta?

Si alguno de ustedes, lectores, quiere opinar, me interesaría mucho leerlos.

Comentarios

Joker 23 dijo…
Haití como ejemplo... creo que ahí patinó. Creo que ese es un ejemplo claro: ¿qué pasó cuando en Haití ocurrió el terremoto conocido por todos? El país cayó, automaticamente, en una ANARQUÍA, DESORDEN, DESCONTROL y BRUTALIDAD totales. Al tener un gobierno debil, con el desastre el poder quedó acéfalo, y al no tener un cuerpo militar, el control estaba en manos de nadie y de todos, y pasó lo que pasó: no existió orden alguno para recibir la ayuda humanitaria, EEUU TUVO LA PERFECTA EXCUSA PARA INSTALARSE, la violencia, etc...

Creo que abolir el ejercito es una idea muy linda, muy utópica, pero nada realista, dificil de aplicar en la realidad. Pero también es cierto que los militares uruguayos pasan gran parte del tiempo tomando mate, entonces ¿que hay que hacer? Yo no lo se, pero si se que no se soluciona borrando de un día para el otro al ejercito, para nada, eso es estúpido, como también es estúpido el argumento de Mujica ("nosotros tenemos problemas de contrabando en la frontera"). Me parece cuasi infantil la idea del señor de Costa Rica: ¿quién, en ese hipotético caso, se encargará de frenar las revueltas del cuerpo militar? Porque si eliminamos a los militares tenemos que saber que vamos a generar una masa importante de desocupados y hombres inactivos, listos a protestar por su exclusión. Antes de eliminar, es preferible TRANSFORMAR y adaptar al militar.

Saludos!
Martín dijo…
Mmmm... no creo que tengamos muchas chances de terremotos en Uruguay.

El problema de Haití, me parece, pasa por otro lado, que es el de la calidad institucional, y el estado lamentable de la sociedad. O sea, Haití era un desastre mucho antes del terremoto y de ser declarado zona de desastre.

Igual, no reniego de la necesidad de la toma de medidas de emergencia, de tener gente preparada para las emergencias (en Uy serían más bien climáticas, como decía en el comienzo, medio en broma y medio no en broma, no es razonable pensar en terremotos, ni en volcanes, ni algo de eso).

Para pagarles el sueldo por hacer nada, prefiero pagarles porque se queden en la casa. No se puede creer la cantidad de dinero que se tira en cuarteles, en vehículos, en gasoil, en estufas, en electricidad, para que estén tomando mate.

Además, supongo, no podría ser algo de la noche a la mañana.

No sé, todavía no me convence que sirvan para algo (no cuento a la armada y la fuerza aérea, entiendo la necesidad de ambas).

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