La dura tarea de mantenerse agnóstico

No me considero supersticioso. No leo los horóscopos, no tengo amuletos, no creo en dioses ni santos, ni en fantasmas, apariciones, ni cuestiones sobrenaturales afines.

No me da miedo pasar por debajo de escaleras, ni los gatos negros, no tengo idea qué hacer si se derrama sal, ni me preocuparía si en la mesa fuésemos 13 comensales.

Pero me preocupa, sí, escribir sobre cómo me siento. I don't wanna jinx it, you see?

Todo agnosticismo, toda capacidad crítica, toda convicción de descreimiento, se desvanece ante el innegable temor de tener algo para perder.

No puedo, entonces, decir qué cosas me hacen feliz, y hasta diría que me preocupa un poco decir tan ligeramente que ese es mi estado actual. Por las dudas relativicémoslo, no vaya a ser que...

Admito que me da un poco de vergüenza. ¡Hombre grande, caramba! Años de luchar por lo científico, lo comprobable, de decir que todo eso del pensamiento positivo no es más que patrañas new age, que le venden a las amas de casa que compran cualquier cosa, y sin embargo, caigo.

Supongo que es un reflejo más de que uno no es más ni menos que un ser humano común, los mismos temores, las mismas inquietudes.

Al final de cuentas todos le tememos a ese mundo donde las cosas simplemente pasan. Eso es contrario a nuestro sentido de justicia. Por eso necesitamos creer en ciertas cosas, para sentirnos seguros ante los caprichos del mundo.

Esa necesidad no lo hace real, pero existe.

No debo creer en supersticiones, no debo creer en supersticiones, no debo creer...

Por las dudas, no digo nada... :P

Comentarios

Molly dijo…
¡¡Vamo' arriba nomaaaaá!! A mi me pasa exactamente lo mismo.
Y es terrible para nuestra producción blogguística.


Me gusta cómo lo escribiste. Si, son paparruchadas del new age, pero son para nuestra crédula ama de casa interna (no te hagas, vos también tenés una).

Bueno, mi recomendación es muy técnica, rigurosa y científica: ¡¡A GOZAL!!

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