Crítica: Hombres de Negro 3
De vuelta en ¿1997?
Las historias que incluyen viajes en el tiempo tienden a presentar muchos problemas. Las paradojas temporales son inevitables, y las películas se vuelven muchas veces imposibles de aceptar.
El reto está, entonces, en superar esas paradojas, o al menos disfrazarlas, disimularlas, y presentar un producto que entretenga lo suficiente, como para que esas cuestiones se pasen por alto.
Esto es lo que consigue Barry Sonenfeld en su tercera entrega de la serie, que ya tiene quince (!) años. La primera película había sido un éxito crítico y comercial, que no se pudo replicar en la segunda. Ahora, yendo a la base de la relación entre los agentes J y K, logra recuperar esa magia perdida.
Will Smith es, más que antes, el protagonista absoluto de la historia. Y, a pesar de no ser más el joven de 1997, tiene la frescura necesaria para ser creíble y permitir al público acceder al personaje. K está interpretado, esta vez, por dos actores. Primero por Tommy Lee Jones, que es, una vez más, perfecto, y Josh Brolin, que sorprende capturando increíblemente la esencia del personaje creado por TLJ.
La trama en sí no es demasiado compleja, involucrando viajes en el tiempo y secretos ocultos por décadas, pero en su ejecución se siente fresca y divertida, y los huecos de coherencia se pueden obviar sin culpa. El tono es siempre de un equilibrio entre comedia y acción, con algunas imágenes un poco desagradables, que son parte ya del encanto (todas las de la saga se caracterizan por sus alienígenas de poco buen gusto).
Dice la leyenda que esta película se comenzó a filmar sin un guion definitivo, y que sufrió cambios y arreglos durante su producción. Todo esto, afortunadamente, no se nota, ya que todo lo que se pone en pantalla funciona perfectamente.
Además, Sonnenfeld se da el lujo de incluirle un factor humano que estaba prácticamente ausente en las anteriores (sobre todo la segunda), profundizando en la vida de sus personajes y lo que implica ser un hombre de negro, y dejando un lugar para la genuina emoción, nacida quizás de la absurda conveniencia argumental, pero efectiva igualmente.
No es una gran película, y quizás no sea tan memorable como la primera (lo que en aquella llamaba inevitablemente la atención, aquí se da por hecho), pero es igualmente buena, llena de momentos de humor, de acción y hasta de emoción, en dosis justas y equilibradas, que permiten disfrutarla plenamente.
[***1/2 / *****]
Comentarios