Sin palabras
Tengo un cuento para escribir. Es, en realidad, más que un cuento. O tal vez sea un cuento largo. Digamos que tiene varias partes, como una especie de mini saga de un caballero heroico que atraviesa incontables vicisitudes en busca de rescatar una princesa.
Tengo, ahora que recuerdo, otro cuento también, pero sobre cuentistas en un peregrinaje hacia una cueva escondida en una montaña, en la que deberán probar su valía contando su historia.
Tengo otras ideas en la mente, de historias cortas y con dirección definida.
Pero algo me impide escribirlas. Algo se interpone entre mi cerebro y mis manos, bloqueando todo intento de poner en el papel (o la pantalla) esas palabras tan buscadas, en armonía perfecta, para poder decir lo que quiero decir.
No se me escapa que la culpa es de estar bien. Es como en los cuentos (hay más de uno) de Alcuri, en los que la producción del escritor empeora con su felicidad. La enorme mayoría de los cuentos que figuran perdidos en este blog (y sin duda los mejores), existen pura y exclusivamente debido a mi infelicidad al momento de escribirlos. Ya hice las paces conmigo mismo y con mi pasado, lo suficiente como para reconocerlo. Pero claro, ahora me quedé sin tinta...
Donde antes las ideas fluían como ríos, ahora existe tan solo un goteo intermitente.
Antes esas ideas se transformaban en palabras, encadenadas, armónicas. Ahora son sólo marcos vacíos, ansiosos de ser llenados, pero sin suerte.
Me niego a renunciar a mi felicidad (de más está decirlo) sólo para poder escribir, pero reconozco que me gustaría poder reencontrarme con las palabras que se perdieron, se quedaron atrás, sin saber como empezar esta nueva vida conmigo.
Comentarios
Y si no fluye... seguí disfrutando de la felicidad sin culpas.
A mi me pasa algo parecido, me preocupa que siento que escribo boludeces, pero después de chuponearme un rato al hombre del que me enamoré se me pasa.
Me deja de preocupar.