La Montaña de los Escritores
Parte Primera
El escritor llevaba escalando ya dos días, que parecían muchos, muchísimos más. No había articulación y músculo que no le doliera, y había descubierto que de ambos tenía muchos más de los que parecía.
El ascenso a la
montaña era tremendamente difícil.Días enteros de subida por riscos
traicioneros, con las rocas desmoronándose a los pies de quienes escalaban. Eso
sin contar los vientos gélidos y los tramos en los que apenas alcanzaba para
caminar sobre el abismo. Y aun así, arriesgados escritores de todas partes del
mundo, intentaban la hazaña.
La leyenda decía que
algo allí, en la cueva que se encontraba en la mismísima cima, aseguraba el
éxito literario eterno. Se decía que todos los grandes escritores clásicos
habían pasado por allí, para luego descender con sus plumas llenas de magia.
La determinación del escritor era incansable... Su soneto sobre la primavera había recibido
críticas tibias y escasísima repercusión, y su oda al amor cortesano fue objeto
de un desprecio activo por parte de las masas, al menos aquellas que llegaron a
prestarle atención.
Él sabía que dentro
de sí estaban las ideas, las palabras. Juraba, sin temor a equivocarse, que la
grandeza estaba tan solo a un paso. Sentía las palabras en la punta de la
lengua, en las yemas de los dedos. Estaban allí, sólo le faltaba hilvanarlas,
encontrar el orden exacto en el que fueran capaces de reflejar su ser. Para ello,
la Montaña de los Escritores era la solución, y el último recurso.
Cuando al
mediodía del tercer día vislumbró la cima por primera vez, casi se derrumba en
llanto. Lo hubiera hecho, probablemente, si no hubiese temido que el viento
congelara las lágrimas ni bien salieran de sus ojos, convirtiéndose más en un
problema que en un desahogo.
Pero faltaban
varias horas aún, y la noche, ¡una noche más!, llena de miedos y soledad.
Y en la mañana
del cuarto día se topó, casi inesperadamente, con la sorpresa que se siente
cuando algo se espera por mucho tiempo y finalmente ocurre, con el final del
camino. Lo había conseguido.
La explanada que
se extendía frente a sus ojos, era azotada por fuertes y gélidos vientos. Pero
a esa altura, al escritor ya no le importaba. De a poco, paso a paso,
afirmándose y caminando lo que le permitían sus agotados músculos, fue
recorriendo la distancia que lo separaba de la meta.
Unos pocos pasos
antes de llegar, se topó de frente con dos hombres con apariencia de guardias,
que lo saludaron.
- ¿A
qué vienes? – Preguntó uno de ellos.
- Vengo
a buscar inspiración, a encontrar las palabras, a obtener el reconocimiento del
mundo. – Contestó, tratando que su desesperación no fuera evidente.
- ¿Estás
seguro que eso es lo que quieres? – Preguntó el otro guardia. – ¿No prefieres
acaso otra vida que no sea esa?
- ¡No!
– Dejó escapar el escritor, en un tono que tanto era de rechazo a la idea, como
de súplica. No estaba en condiciones físicas de luchar por entrar, pero la sola
idea de no conseguirlo le aterraba. – No
deseo otra cosa en el mundo que poder escribir. Las palabras son mi vida, mi
razón de ser. Cada cosa que me pasa, cada cosa que veo, cada sensación, todo me
pide a gritos que lo transforme, que lo plasme en el papel. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
¿Cuál es el problema? ¿No me dejaréis entrar?
- Podrás
entrar si así lo deseas. – Dijo el segundo guardia. – Pero debes saber que el
precio que pagan quienes entran es muy alto. Allí adentro muchos hombres se han
vuelto locos, locos por completo. Estás advertido, si deseas arriesgar tu
cordura y quizás tu vida, eres libre de hacerlo.
Con estas
palabras, los guardias se apartaron, dejando libre la entrada a la cueva...
Comentarios
Espero ansiosa la promixa/s parte/s
(Sorry for the PDA)
¿Yyyyyy? ¿Y la parte 2?