Con las mañas intactas


El mundo se divide en dos tipos de personas: a los que les gusta que les acaricien el pelo y a los que no. De los segundos, desconfío. Pero vayamos al grano.

Ir a cortarse el pelo es una de esas experiencias contradictorias para mí. Es como (a falta de un paralelismo mejor) el baño para los adolescentes. Uno como que no quiere ir, le embola, pero cuando se decide, vale totalmente la pena.

Hasta ahora...

Siempre me gustó que me cortaran el pelo, me parece una experiencia relajante, que se disfruta plenamente, pero, de un tiempo a esta parte, se hace más y más difícil mirarme y ver como, con cada pasada de la tijera, lo que queda es cada vez menos.

Ya he hablado de este tema, lo sé, por algún lado hay posts que confirman, una vez más, mi tendencia a la repetición, pero bueno, recién vengo de un corte de pelo postergado por largo tiempo, y para qué está el blog, si no es para desahogarme sobre la escasez capilar que me tocó en suerte (desgracia) por la genética.

Mi intención, les cuento, era llegar por lo menos a los 30, sin necesidad de recurrir a la maquinita, esa que permite un poco de dignidad ante la falta de cabellera, pero en este momento hay una carrera despiadada entre los años y los cabellos que se niegan a reaparecer en mi cuero cabelludo.

Yo quiero que sepan, estimados lectores, que no puedo dar fe sobre mi estabilidad mental el día que ya no quede de lo qué agarrarse. Convengamos que ya la cosa viene precaria en la azotea (en ambos sentidos) y creo que falta poco para que colapse y todo termine en una crisis de rehenes o algo parecido... Por cuestiones menores que esa, han surgido grandes supervillanos.

Digamos que, ya de por sí, uno no es un conjunto de virtudes físicas, y que de cada opción genética, siempre me quedé con la peor (los ojos de mi madre, el pelo de mi padre...), pero ahora ya está. En el mercado competitivo de la búsqueda de propagación del material genético (if you know what I mean), la insuficiencia capilar el el handicap que me faltaba...

Así que bueno, muchachos, cuídense, porque cualquier día de estos... mejor no sigo.

Comentarios

andal13 dijo…
Desconfiá de mí, Martín... Nunca soporté que me tocaran el pelo!
Ir a la peluquería me pone en tensión... más o menos la que el común de la gente tiene al ir al odontólogo!
Siempre tuve excelentes peluqueras, pero les huyo...

Pero yo tampoco ando muy bien del lado interno de la azotea... (¿Será el cielorraso?)

;-)

Y más fe, hombre!!!

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