Mañana

La apretó entre sus brazos y sintió su calor. Era un abrazo que decía mucho. Era un abrazo que prometía el mundo... sin dudarlo.

Nada era imposible. Estaban juntos.

Ella lo miró, sonriéndole, tanto o más con los ojos, que con los labios. "Te quiero", le dijo, y sus palabras tenían el peso de la verdad.

El ruido del viento y las olas, tapó la respuesta que no se demoró en llegar. Pero escucharla era innecesario. Las palabras quizás las lleve el viento, pero las miradas permanecen.

Años pasaron, la vida pasó. El mundo real sería una amenaza, pondría obstáculos, trataría de quebrar su resistencia. Y más de una vez, los amantes se vieron sitiados en su propia ciudad, atrapados, incomprendidos...

¿Cómo se sobrevive? ¿Cómo se llega? ¿Cómo se resiste ante todo?

Cualquiera de los dos podría haber dado su propia versión de la respuesta, que (quizás sin ellos saberlo), hubiese sido la misma.

Años antes, hubo una mañana ventosa en la rambla. Hubo un abrazo...

Nada era imposible. Estaban juntos.

Comentarios

andal13 dijo…
Es maravilloso ese instante (ese "ápice vertiginoso del tiempo") en el que todo parece -y es- posible.
Después...
No importa.
Martín dijo…
Andrea: es totalmente cierto. Cuando escribí este cuentito (por llamarlo de alguna forma) decidí darle un final satisfactorio, una especie de epílogo, quizás para contrastar con la realidad del escritor :P

Pero lo importante son esos momentos que trascienden y están para siempre con uno.

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