Crítica: Shame
Hace unos meses salió un artículo sobre una supuesta adicta al sexo que, demanda mediante, había conseguido una especie de permiso para masturbarse una obscena (pun intended) cantidad de veces en su trabajo. Por supuesto que esa noticia hizo las delicias de las oficinas de Montevideo.
¿Cómo puede tomarse un concepto que parece tan absurdo y extraño como la adicción al sexo, de otra forma que no sea la del chiste chabacano y la liviandad propia de la mentalidad adolescente de la que adolece la sociedad?
Ese es el reto, y el triunfo del cineasta Steve McQueen (no confundir con el actor) y Michael Fassbender, quienes retratan la vida de Brandon Sullivan, con la seriedad que el tema merece.
La historia se desarrolla en Manhattan en enero, en un mundo en el que la ciudad y los ambientes son personajes también. Ni que hablar del departamento del protagonista, aséptico, carente de personalidad, una caparazón fría y sin vida.
La vida de Brandon Sullivan es así, y McQueen nos muestra, por ejemplo, escenas de su mundo laboral, que nunca son suficientes para llegar a permitirnos una composición de lugar, para poder entender qué hace, cuál es su trabajo. Así de irrelevante como lo es para él.
Y entonces está el sexo. El sexo presentado como algo mecánico y frío. En esta película el sexo es todo menos sexy, erótico. Se trata de una necesidad básica, una urgencia, pero no una satisfacción. Es una droga más, que culmina en un segundo de éxtasis culposo, carente de significación emocional positiva alguna.
Hay algunas escenas de sexo que ilustran brillantemente la dicotomía en la película. [A continuación se habla de una parte importante del argumento, pintar con el mouse para leer] Una es con el protagonista buscando hacer algo más significativo, intentando conectar con su compañera de trabajo. Son los únicos segundos en los que el sexo se presenta como una posibilidad erótica, como algo atractivo y estimulante. Y en ese contexto, a Brandon no se le para.
Sin embargo, casi inmediatamente, lo vemos teniendo sexo casual en el mismo lugar. Salvaje, desenfrenado. Carente de sentido. Y luego está el trío del final. Nunca el sexo se vio tan mecánico, tan feo, tan desagradable. En el rostro de Fassbender, ya estropeado por su gira autodestructiva, fealdad y culpa, y vergüenza y desesperación. Todo en un orgasmo.
Sissy (Carey Mulligan), la hermana del protagonista, está en una crisis similar, pero su droga son los perdedores. Su droga es ser la víctima en las relaciones. Entre esos dos personajes, en su interacción producto de la inevitabilidad genética, está la posible salvación. Pero sólo posible, porque no hay garantías.
Michael Fassbender brinda una actuación impresionante. Su Brandon Sullivan puede ser tanto encantador como profundamente desagradable y grotesco. Siempre creíble, siempre real. Carey Mulligan es perfectamente frágil y autodestructiva. Y, sin embargo, como en esa espectacular escena en la que canta "New York, New York", llena de una trágica belleza.
Muy bien filmada, con una estupenda fotografía y un buen ritmo, buena musicalización y excelentes actuaciones, "Shame" es una película seria, trágica y adulta.
Muy recomendable.
[**** / *****]
Comentarios
He leído y escuchado comentarios muy elogiosos de esta película, con visiones parecidas a la que vos contás acá. Igual no sé si me animaré a verla; estoy en una etapa en la que temas como la soledad/desolación/desesperación me resultan muy duros. Qué sé yo.