Crítica: Anomalisa



No sos vos, soy yo

En Anomalisa el otro es uno. Uno en el sentido de uno solo y de uno mismo. Charlie Kaufman juega con la percepción del mundo tanto del protagonista como del espectador. De este último, exige la complicidad, la aceptación de lo extraño para dejarse llevar en un viaje inusual.

Un detalle no menor: todos los personajes que no son el protagonista y Lisa tienen la misma voz y básicamente el mismo rostro. Y sí, por supuesto que eso es importantísimo para el desarrollo de la historia.

El mundo de "Anomalisa" es el mundo de su protagonista, es cómo el lo ve y lo percibe. Así, la uniformidad de los otros es opresiva y desesperante. Así, Lisa es salvadora y única, la que rompe de manera involuntaria con la monotonía, la que es especial.

Por supuesto que nada es tan sencillo. Kaufman (que, por cierto, es el escritor de la excelente "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos") tiene mucho para decir, y no da para hablarlo acá. Pero sin dudas se trata de una película valiente y arriesgada.

Los riesgos que toma la película arrancan con el formato de animación, tan extraño y casi anacrónico, lleno de texturas y una emotividad extraña. También existe en la limitación en las voces, y ni que hablar con que se trata de una película no apta para menores (tiene desnudez y sexo... sí, con "macaquitos").

Pero el riesgo grande está en lo que dice de sus personajes, en lo que nos quiere transmitir, en su tono nostálgico y amargo. "Anomalisa" es una película de personaje(s) en crisis, introspectiva, inteligente, directa y que no perdona. Pero nunca es cínica ni maniquea.

Estupenda: para rumiarla, pensarla, sentirla. Algo diferente, totalmente. Y muy bienvenido.

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