Crítica: ¡Salve, César!

El cine como experiencia religiosa

Los hermanos Coen son una de las raras parejas de directores que trabajan habitualmente en Hollywood. Juntos poseen un sentido del humor muy particular, que se nota especialmente en una forma de escribir diálogos única.

"¡Salve, César!" es una película con un argumento liviano, casi mínimo. Porque lo que importa, lo que les importa a Ethan y Joel, es la construcción de los personajes, las interacciones, los diálogos, los momentos graciosos, disparatados, absurdos.

Así abundan los chistes, algunos obvios, otros un poco más oscuros e inspirados en la historia del Hollywood de los años 50.

Los Coen saben (y de hecho lo demuestran) que el "star system" de la época dorada de Hollywood era un sistema perverso. Saben, también, que muchas veces la interferencia en los estudios llevó a películas terriblemente malas. Pero eso no les impide mirar la época con cariño, no les impide teñir la cinta de nostalgia.

En el proceso, se sacan el gusto de armar coreografías espectaculares (una de ellas acuática) y de llenar el metraje de referencias y alusiones a la vida real.

En el medio de esta dicotomía de la alegría del cine y la nostalgia de un pasado ostensiblemente idealizado, juegan con tomar en serio y literalmente cosas que no lo eran tanto (como ser la amenaza soviética) y de hacer casi un chiste de otras (la intromisión en la vida de las estrellas).

El elenco es francamente impresionante. Josh Brolin hace un muy buen trabajo, pero también George Clooney, Scarlett Johansson, Jonah Hill y un estupendo trabajo de Channing Tatum. ¡¿Y qué decir de Ralph Fiennes?!, confirmando aquí esa veta para el humor que había demostrado tan bien en "Grand Budapest Hotel".

Como si no fuese suficiente, la película se permite jugar con la religiosidad y la iconografía religiosa, con la culpa, con la sensación de un fin mayor, un fin elevado. El cartel que señala que aún falta filmar la aparición divina, es tanto un chiste como una alusión al cine llenando ese vacío sobrenatural.

Al final del día, el mensaje parece ser que "there's no business like show business". La magia del cine se vive tanto dentro como fuera de la pantalla.

Muy buena. Y para los amantes del cine, francamente imperdible.

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