Crítica: Casablanca
Siempre tendremos Casablanca
Los clásicos por algo son clásicos, de eso no hay ninguna duda, pero eso no los exime de ser analizados una y otra vez. No todos resisten el paso del tiempo de la misma manera, y a veces requieren un esfuerzo extra para poder ser leídos en su contexto, en sus circunstancias.
Pero "Casablanca" no presenta esa dificultad, porque es perfectamente atemporal. Filmada en 1942, en blanco y negro (aunque ya existían las películas en color), en un estudio lo más lejos de África que pueda ser concebido, la historia que transcurre mayormente en el Café Americano de Rick, funciona tan bien hoy como hace 70 años.
Se ha dicho que Michael Curtiz es el más grande director del que nadie nunca escuchó hablar, y puede que algo haya de cierto. "Casablanca" está brillantemente filmada, con un manejo de las luces y sombras perfecto, con un timing impresionante.
Existen infinidad de clichés en el guión, pero el director juega con ellos, los convierte en parte del juego, y se maneja en registros de drama, acción, romance y humor, perfectamente balanceados.
El director cumple un gran trabajo, poniendo en evidencia ese juego entre diferentes tonos (peligro, emoción, humor) desde esa primera escena, que establece, además, el contexto geográfico político de la historia.
Un detalle no menor a tomar en cuenta, ahora, 70 años después, es que es notorio el uso de sets, miniaturas, imágenes superpuestas, y otros artilugios, pero que no interfieren con la emoción genuina creada por la acción en pantalla. Es muy fácil dejarse llevar por la historia. A esto se le suma un aprovechamiento muy ingenioso de las limitaciones de la época, en cuanto, por ejemplo, a la censura y la corrección política.
"Casablanca" obtiene, entonces, una inesperada libertad manteniéndose dentro de las reglas de juego de la industria cinematográfica de principios de los 40s.
En ese sentido, el triángulo amoroso propuesto por la historia, no presenta soluciones facilistas, permitiendo una lectura propia del espectador. Esto agrega a la épica y a la atemporalidad del relato.
Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. La historia dice que durante la filmación, prácticamente no se hablaban. Y sin embargo, pocas parejas a lo largo de la historia, dejaron una huella tan pronunciada. Ambos mantienen un encanto misterioso y una química perfecta. Ambos parecen decir mucho menos de lo que se guardan. En el caso de Bergman, la incógnita de dónde residen realmente sus afectos, en el de Bogart, hasta dónde puede llegar su dolor y dónde reside su honor.
El resto del elenco hace, también, un gran trabajo. En particular, el Capitán Renault de Claude Rains es un ejemplo perfecto del equilibrio entre el suspenso y el humor. Su reacción al "descubrir" que hay juego ilegal en el Café, es una clara muestra de ello.
Es imposible hablar de "Casablanca" sin hablar de la música, sin mencionar "As time goes by". Por algo es el momento clásico que es. Por algo perdura en la memoria colectiva cinéfila. Curtiz capta el poder evocador de la música y su capacidad de conectar a un nivel profundo. No sólo es interpretada más de una vez, sino que es incorporada a la banda sonora. Como también "La Marsellesa", que está insinuada al principio, y luego hace una reaparición gloriosa, en una de las escenas más poderosas de la película.
"Casablanca" es una de esas películas que no debían funcionar, con sus clichés, sus múltiples escritores, sus imposibilidades históricas. Y sin embargo, en las manos de Michael Curtiz, se convirtió, inevitablemente, en un clásico ineludible. Una verdadera obra maestra.
Comentarios
Molly: entiendo lo que decís, pero mirá que sí, muchas de las cosas que pasan ya eran clichés en esa época. De hecho, nadie creía que el guión fuera realmente muy bueno. Está todo en cómo se dio la amalgama, y en la ejecución. =)
Me encantó. Y debo decir que hasta me emocionó un poquito la reseña, no sé por qué.