Crítica: The Big Short

Castillos en el aire

El mundo de las finanzas es complejo de entender y complejo de explicar, también. Ese es uno de los desafíos más grandes con los que el director Adam McKay tiene que lidiar en esta película. ¿Cómo explicarle al público en general el sistema, para que puedan entender en qué falló y por qué siempre los pobres salen perdiendo?
 
Aquí lo logra rompiendo la cuarta pared de las formas más disparatadas (y efectivas). Contar cómo lo hace, sería traicionar uno de los mejores recursos narrativos de la cinta, por lo que ruego al lector que confíe en que lo logra.
 
Una vez conseguido eso, no es para nada difícil hacernos hinchar por quienes subvierten al sistema, que se muestra tan corrupto (y orgulloso de ello) que así fuera solo por el hubris uno quiere que estos tipos se salgan con la suya.
 
Claro que estar del lado de quienes básicamente apuestan por el colapso de la economía, no está exento de cuestionamientos morales. Y la película es mejor porque lo sabe, porque es consciente de ello. Así, la inevitable caída del mercado inmobiliario es una victoria pírrica.
 
La película debe luchar contra ese final necesariamente anticlimáctico si es que desea ser honesta, y lo es.
 
Christian Bale demuestra, una vez más, que puede hacer de todo, que puede ser encantador en una película y absolutamente extraño en otra. Steve Carrell se maneja en el límite entre el drama y la comedia con destreza. Ryan Gosling es perfecta y asquerosamente seductor, tal como lo requiere su papel.
 
"The Big Short" entretiene porque está muy bien contada, muy bien actuada y tienen un ritmo dinámico. También escandaliza porque la realidad que muestra es, básicamente, escandalosa.
 
Una película para pensar, vitorear, deprimirse, reír y quizás putear un poco. "The Big Short" lo tiene todo. Una joyita.

[**** *****]

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