El desenamorado y la muerte

Estimado lector: le mostré este cuento a varias personas antes de publicarlo. La respuesta fue unánimemente no positiva. Pero, al final, todo se resume en que es mi blog así que lo publiqué igual. Pero... estás advertido.
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Caminaba ausente, en medio de la masa de gente de la ciudad. Si hubiese podido sentir algún sentimiento positivo, quizás sería gratitud por la anonimidad de la calle.

En otros lugares, en otros pueblos, no podía darse el lujo de ser uno más, pasar desapercibido ante el mundo.

Pero aquí nada importaba, podía perderse, caminar con el peso de la desdicha, y aún el reflejo de la misma en su rostro, sin rendir cuentas, sin falsificar sonrisas.

Tristeza, dolor, desesperanza. Su mundo se había derrumbado.

Caminar era, más que nunca, un acto inconsciente. Avanzaba porque sus piernas se movían, y se detenía en las esquinas, ante los semáforos en rojo, sin pensarlo, sin siquiera cuestionarse por qué.

Si alguien le hubiese preguntado por una plaza, por el cine, o un museo, no habría podido contestar, porque su cuerpo estaba allí, pero su cabeza no.

Al llegar a otra esquina, bajó a la calle, dio un paso y medio, hasta que una mano lo agarró fuerte del hombro, tirándolo hacia atrás.

En ese acto, pasó algo extraño, todo pareció retroceder, un instante nomás, pero retroceder, y luego se detuvo.

Los sonidos del mundo exterior se apagaron, mientras la mano seguía firmemente apretada en su hombro.

Se dio media vuelta y enfrentó a su… ¿dueño?, ¿dueña?

Infinidad de preguntas se arremolinaron en su cabeza primero, y en su lengua después, y sólo logró decir “¿Qué…?”

La muerte lo miró a los ojos. Él la reconoció, ¿cómo no hacerlo, si tenía desde la capucha hasta la guadaña?

“Un paso más y hubieras muerto.” Le dijo.

“¿Eh?”

“Un paso más…” y le señaló con un dedo el camino que él seguía. Allí, justo donde estuvo a punto de pisar, había una alcantarilla abierta, un pozo de vaya uno a saber qué profundidad.

“No entiendo. ¿Vos no sos…?” trataba de poner en orden sus pensamientos. Le costaba.

“Sí.”

“Pero… ¿se supone que deberías salvarme?” Y trató de agregar algo similar a “No que me esté quejando”, pero no supo bien qué decir.

“Todavía estamos a tiempo.” Le dijo. “Tenemos todo el tiempo del mundo.”

Se miraron unos instantes. El desenamorado con mil preguntas y ninguna. La muerte, con la paciencia de quien tiene el control.

“La gente,” le dijo “piensa que soy una especie de villano, que disfruto con el sufrimiento, que me regodeo con el dolor. No es así, cumplo con mi trabajo. Por eso, en este caso, tu alma se va conmigo ahora, y el dolor se termina antes de siquiera comenzar. Cuando des el paso que te falta, ya no lo vas a sentir.”

“Pero, ¿no hay nada que pueda hacer para evitarlo?”

“¿Cómo qué?”

“Como… no sé, ¿no dar el paso, tal vez?” aventuró.

“No. Nada. Pero miralo por el lado positivo: se termina el dolor. Para siempre. Y no hablo del físico solamente, hablo del dolor en general. Se termina. Nunca más. Y yo sé que estás sufriendo.”

El muchacho pensó, por unos instantes, antes de hablar. “Nunca más sufrir... ¿Cuál es la trampa?”

“No hay trampa. Ya te dije, no soy el villano de la película. No te puedo contar lo que pasa más allá, pero te puedo prometer que el dolor se termina. Para siempre.”

Todo lo que pasó en las últimas semanas, oprimió de golpe en su corazón, un recordatorio más de la desgracia. Toda la angustia, todo el sufrimiento. Se dio cuenta que, por primera vez, tenía la clave para dejar sus preocupaciones de lado. Al cabo de unos momentos, sonrió.

“¿Qué… qué tengo que hacer?” dijo, a modo de respuesta afirmativa.

En ese instante, sin él tratarlo, su cuerpo volvió a la posición inicial, su paso quedó a mitad de camino, y el tiempo retomó su curso habitual.

El pie pisó la tapa de la alcantarilla, que segundos antes no estaba allí. El desenamorado miró sin entender, primero al piso, y luego a su alrededor. Nada.


Escondida, invisible, la muerte tomó nota. El desenamorado no estaba pronto. Se quería ir con ella. No había entendido nada.

Comentarios

Sof dijo…
a mí me re gustó, los comentarios no positivos son los que no entendieron nada u.u

me gusta el final no-predecible (: me gusta la muerte, como la personificaste (con guadaña, ay(L) )

beijo (:
Martín dijo…
Gracias! Me alegro que te haya gustado. En serio.

Beso!

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