Crítica: El Buen Amigo Gigante

Antídoto contra la postmodernidad
 
A esta altura siento que debería disculparme con los lectores, por mi incapacidad para sorprenderlos a la hora de escribir la crítica de la nueva película de Spielberg. ¿Qué puedo agregar que no haya dicho en alguna de las ocasiones anteriores?

Spielberg sigue demostrando ser un maestro en pleno dominio del medio. Y lo hace con una habilidad tal, que lo hace parecer fácil. Y quizás por ello se le da muchas veces menos crédito del que merece.

La historia del Buen Amigo Gigante es tan sencilla que, durante la primera mitad, casi parece que no hubiera historia. Y en la segunda mitad es tan deliciosamente ridícula, que puede desconcertar. El guion está a cargo de la fallecida Melissa Mathison, la misma que escribió el guion de E.T., y si bien no son películas estructuralmente similares, existe en "The BFG" un tono que la vincula a aquella película.

"El Buen Amigo Gigante" es una película sobre una amistad imprevista, con un poco de aventuras, mucho de fantasía, y un mínimo de melancolía. Pero más que una historia, es una experiencia.

Experiencia visual, porque Spielberg y Kaminski crean imágenes de una belleza increíble, preciosas, perfectas, y sonora, porque John Williams sigue vigente y nos arrulla con una banda sonora que tiene un poco de Harry Potter y un poco de Mi Pobre Angelito (obras suyas, claro).

Ruby Barnhill está perfecta como Sophie. Mark Rylance (en su segunda colaboración con el director, y ya hay un par más confirmadas) le da a su gigante puro corazón y bondad.

No hace falta mucho más, solo dejarse llevar, sabiendo que no hay nada, absolutamente nada de cinismo en este cine de Spielberg, que nos invita a viajar a la fantasía de mundos mágicos e imaginarios, pero de su mano, nunca imposibles.

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