Crítica: Star Trek: sin límites

 
Al infinito y más allá
 
El regreso de Star Trek, de la mano de J.J. Abrams, había sido auspicioso, llevándonos a la aventura interestelar en 2009 con una muy interesante propuesta, que se permitía reescribir la historia de la serie, sin violentarla. Pero tres años después hubo un paso en falso, con "Star Trek into darkness", una secuela olvidable que no aportaba nada.

"Star Trek: sin límites" corrige el rumbo. Esta entrega, dirigida por Justin Lin, cuenta como guionista (además de como actor, claro está) con Simon Pegg. Y se nota, porque Pegg no solo es fan histórico del universo, y busca rescatar el sentido y la esencia detrás de las misiones de la Enterprise, sino que, además, presenta un guion lleno de momentos de humor que funcionan.

El humor está no solo para la canchereada y la diversión, es humor pensado para la empatía hacia y entre los personajes, humor que humaniza.

La música está, una vez más, a cargo de Michael Giacchino, que sigue confirmando ser uno de los mejores compositores del momento, un compositor clásico, de esos que ya no hay.

La historia en sí no es nada del otro mundo (valga la contradicción), pero está bien contada y entretiene desde el primer momento.

El elenco repite sus buenas actuaciones. Chris Pine sigue siendo (casi) tan carismático como William Shatner y Zachary Quinto hace lo que puede para homenajear a Nimoy. El villano aquí es Idris Elba, irreconocible, pero muy correcto, como siempre.

Si bien alguna escena de acción es un poco confusa (mal del cine de hoy) y la cámara se mueve un poco más de lo deseable, la película está bien filmada, es un poco de luz entre tanta épica literalmente oscura, y se disfruta.

"Star Trek: sin límites" es buena, divertida, nos recuerda lo que funciona en este reinicio de la saga y, quizás hoy lo más importante en estas "franquicias", nos invita a acompañarlos en futuros viajes de la USS Enterprise.
 
Bien.

[*** *****]

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