El exorcista
El exorcista cayó de rodillas en el piso, perseguido por las imágenes que se arremolinaban endemoniadamente en su cabeza, atormentándolo, aplastándolo.
Había tomado ese caso como cualquier otro, un exorcismo más; una vez más luchar con el demonio (¿los demonios?) que poseían a una pobre víctima inocente.
Siempre era un poco atemorizante, pero, tenía que admitirlo, era también excitante sentir esa adrenalina de la batalla ganada contra el mal, de poner las cosas en su divino lugar.
Pero algo había salido mal.
Creía haber previsto cada posible consecuencia, pero ésta no. Esta vez, había algo distinto, y su mundo colapsaba, se caía a pedazos mientras él evitaba caer presa del pánico.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras elevaba su mirada al cielo. ¡¿Qué había hecho?!
*****
Todo había comenzado en forma normal, si se puede llamar así a un exorcismo. Nada parecía extraño o fuera de lugar.
Había sido llamado a liberar el cuerpo de la muchacha de la invasión del inframundo. Había sido llamado en forma literal y metafórica.
Fueron horas intensas, escalofriantes, agotadoras, en las que sólo la fe lo mantuvo firme. No dejaría que se perdiera esa vida, así se fuera la suya propia en el intento.
Con un último esfuerzo, finalmente logró expulsar al invasor. Pero allí... allí fue el comienzo del fin para él.
*****
Una vez más repasó en su mente los ojos de la chica, enormes, su sonrisa encantadora, recordó cada una de sus curvas, sintió el contacto de su piel, escuchó su voz (¡oh, herejía!) celestial, susurrando su nombre, en un gemido inconfundible, lleno de la dulce agonía del éxtasis.
Esos eran ahora sus demonios.
Comentarios
Por suerte se trataba de un cuento.
Y de esos demonios he sabido padecer, sin ser exorcista.
;-)
Andrea: no sabés la de veces que pensé en hacer críticas "retro", pero no fue el caso.
Totalmente. La palabra "exorcisar" es la que me impulsó a escribirlo. De esos demonios, no se libra nadie, je.