La canción

La canción sonaba una y otra vez en su cabeza.

Al principio, era algo interesante, hasta divertido. A todo el mundo le pasó alguna vez. Claro que, en general, pasaba con canciones pegadizas e insoportables. Ésta era una canción que escuchó un día, casi por accidente, y la primera vez, ni siquiera le prestó mucha atención.

Pero ahora sonaba en su cabeza, y sabía (no le costó mucho darse cuenta) que era porque le hablaba de ella.

Era extraño que la escuchara todo el tiempo. Eso nunca le había pasado, al menos no tan así como ahora, pero al principio lo ignoró. Se sorprendió a sí mismo tarareándola más de una vez.

Pero los días pasaron, y la canción no desaparecía.

Al final de la primera semana, ya estaba en crisis.

Probó escuchando otra música, para desplazar la dichosa canción, pero no funcionó. Probó ir a bailar, para que la estridencia del reggaetón o esas porquerías que se escuchan ahora, la empujara fuera de su cabeza. Pero nada funcionaba.

Sabía que no le podía contar a nadie. Su familia se preocuparía demasiado, sus amigos lo mirarían como si estuviese loco, y tal vez contagioso...

Ir a ver un médico, temía, podría terminar con él internado en un psiquiátrico.

Se quedaba sin opciones, mientras la canción lo acompañaba, desde que despertaba, hasta que se iba a acostar... especialmente cuando se iba a acostar, que quedaba solo con sus pensamientos, y terminaba, una vez más, pensando en ella...

También había momentos críticos, cuando pasaba por el parque, por la esquina donde se habían conocido, por el lugar donde se habían dado el primer beso. Allí, la música subía de volumen, y las palabras cobraban un peso inusitado. Hasta que no resolviera su problema, no volvería a esos lugares.

Promediando la segunda semana, en un impulso de locura, depositó su cabeza en las vías del tren, esperando que, con su vida, la canción desapareciera. Claro que, era Uruguay, y el tren nunca pasó, y morir de inanición parecía demasiado sufrimiento, así que se levantó y se fue a su casa.

Cuando habían pasado casi 20 días de escuchar los mismos versos, a veces como un sonido leve de fondo, a veces en primer plano, descubrió que esa misma noche, el autor tocaba en el teatro.

Consiguió colarse al espectáculo (las entradas estaban agotadas) y escuchó la canción en vivo. Supo, sin saber por qué, que el artista tenía la respuesta, que él, y sólo él, podría darle la solución.

Tuvo que pagarle a los guardias para que le franqueen el paso al camerino. No importaba, hubiese dado todo su capital por salir de ese estado de desesperación.

Cuando lo tuvo frente a frente, rogó que no lo expulse y le planteó su angustia.

El artista meditó por unos instantes.

"Mirá, cuando tengo una canción rondándome la cabeza, yo tampoco me la puedo sacar de encima hasta que me siento, pongo la lapicera sobre el papel, y dejo que se escape de mi conciencia a la hoja", le dijo.

Llegó a su casa esa noche, temblando como si le hubiesen dado una última oportunidad. Era ahora o nunca.

Se sentó frente a la hoja en blanco, y reprodujo uno a uno los versos de la canción.

Cuando terminó con la última palabra, su cabeza quedó en total y completo silencio.

Comentarios

andal13 dijo…
Buenísimo.

A mí me ha pasado eso -no taaaaaaaaan exagerado, claro- pero sí he tenido una canción en la cabeza (que "él" me cantaba con su guitarra).
Dicen que Tchaikovsky componía así, para acallar esa música que sonaba dentro de su cabeza.
Vicky dijo…
Genial, un texto GE-NIAL. Pude sentir por un momento la desesperación y la angustia en el corazón. Me ha pasado, tal vez no a ese extremo, pero me paso.
andal13 dijo…
Vengo a quebrar una lanza por los trenes uruguayos: esta mañana, mientras volvía de mi caminata por el Prado, al cruzar la vía pasó el tren! Se trataba nada menos que del tren bala (por el tamaño de la máquina).
Molly dijo…
La mejor parte: cuando pone la cabeza en la vía del tren (una sola vía), excelente imágen.

Muy buen texto :D



Ya que estamos, hoy le robé "Octubre, 1992" para mi blog, con las acreditaciones del caso, pero bastará un "ehhh, no" de su parte para que lo borre.
Martín dijo…
Andrea: Opa! Confesiones!! =)

Lo de Tchaikovsky me lo puedo creer, las cosas brillantes que hizo el tipo, sólo pueden salir de un estado de locura importante.

Pasó el tren? Qué suerte que el muchacho del cuento no coincidió con el día! No, si yo te digo que nos vamos para arriba en este país...

Vicky: Gracias! Me alegro de haber podido transmitir la angustia, en este cuento escrito creo que en diez minutos (lo había escrito con más tiempo y perdí el pendrive).

A mí me estuvo pasando, y esa fue la génesis de la cuestión.

Molly: No me puedo quedar con el crédito de la imagen esa... :S En "Inception" hacen algo así (no cuento más, pq vale la pena verla). Me voy a quedar con el crédito de haberla usado sabiamente (?). Jaja.

Llevate el cuento tranquila =)
Molly dijo…
En un principio pensé en la imágen de Inception, pero lo que me encantó fue verlo resignado a su suerte de ser uruguayo.
Me lo imaginé levantándose despacio, sacandose ramitas y algún bichito de la ropa y arrancar a caminar, cabizbajo con la canción todavía pegoteada.
Martín dijo…
Molly: Jajaja. Tal cual, sí. Esa era la idea. "Resignado a su suerte de ser uruguayo" =)

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