Crítica: Blood Diamond
Los diamantes (incluso los de sangre) son eternos
Hollywood cuando quiere, puede. Blood Diamond es bien Hollywood: es una película de acción, una película de esa en la que los dos tipos no se agradan pero buscan la misma cosa, es una película con un mensaje... es Hollywood.
El director Edward Zwick ya había demostrado con “El último samurai”, que podía dirigir una película épica, con una mirada (si bien un poco occidental y tal vez simplista) honesta. Aquí repite esa fórmula, pero con una película distinta.
Por momentos se podría pensar que es algo Indiana Jones (en el sentido de la búsqueda de un tesoro y de ciertos villanos que lo quieren para sí), pero aquí hay una gran diferencia: la violencia.
Los protagonistas corren y corren y corren...
Ese es el punto central de la película. La violencia está presente en todo momento, y da escalofríos ver a los niños con metralletas asesinando gente. Pero no deja de ser real. Es otra cara más de África (no sólo los refugiados, que también se ven, no sólo los niños rodeados de moscas). T. I. A. Repiten los personajes: esto es África.
Y esa África duele. Y la violencia y el dolor no son imaginarios, y se sienten.
El director se encarga de transportarnos a ese mundo terrible, pero a su vez nos permite entretenernos... porque Blood Diamond es una película de acción que no da respiro.
Leonardo Di Caprio ya no tiene que probar nada, está claro que es un gran actor. Djimon Honsou es, claramente, un actorazo.
Blood Diamond es, entonces, una película que cumple con sus objetivos y lo hace con holgura: entretiene y manda un mensaje sin sermonear.
Un producto de Hollywood tal como Hollywood puede ser.
[**** / *****]
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