Lunes...

Empiezo a tipear sin saber bien de qué estoy por escribir, qué estoy por decir. Simplemente sigo un impulso.

Estoy un poco abrumado. El otro día mi madre me contaba sobre algo que le pasa a una persona cercana, y fue mucho. Por un momento fue como "No quiero estar escuchando esto".

A veces hay demasiadas noticias malas. De esas que realmente importan.

Es como que uno se sienta a esperar a ver cuándo termina la racha.

¿Qué se le dice a alguien que puede estar pasando el peor momento de su vida? Yo a esta altura muchas veces opto por el "¡Qué cagada!". Porque, con todo, suena menos vacío que los típicos "Lo siento" o "Estoy contigo". El primero suena a mensaje grabado, estúpido. El segundo, me parece, va más en realmente estar. Además, es como que enfatizan la tristeza. Yo prefiero enfatizar el enojo. De última, la ira es una de las cinco etapas.

Hace un tiempo ya, preguntaba por qué le sucedían cosas malas a gente buena. La pregunta sigue teniendo pertinencia.

Quizás allí esté uno de los fundamentos de mi agnosticismo.

Aunque también allí se fundamentan muchas de las religiones, que invariablemente prometen salvación eterna; porque a nadie le gusta pensar que cuando ya no estamos, ya no estamos...

El otro día hablábamos de eso en la clase de DDHH: cómo el ser humano es el único que es consciente que su vida tiene fin. Sin embargo, eso no parece prepararnos demasiado, menos cuando pasa antes de lo esperable.

Pensándolo bien: no sólo me sentí abrumado, también sentí miedo. Hacía tiempo que no sentía algo así.

Estoy dando vueltas; tratando de encontrar la forma de cerrar el post; buscando dejar una frase al final que suene apropiada. No la encuentro. No me importa.

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