Crítica: Casino Royale

Royale with Cheese

Volvió James Bond, más feo, más tosco, con una voz bastante poco agraciada, con un acento no tan agradable al oído, pero más entretenido.

Es difícil separar una cosa de la otra, pero el cuento es así: Daniel Craig es el nuevo James Bond, y no le pisa los talones a sus antecesores (tal vez sí es mejor que Dalton). Pero Casino Royale es la película de Bond que hacía años esperábamos.

El film es emocionante, con secuencias de acción divertidas, imaginativas, más en la tierra que las anteriores. Aquí no hay artilugios extraños, ni un “Q” que los presente, lo que hasta cierto punto es positivo, porque la película está más lejos de irse al cara**, como sí lo hicieron las más recientes.

La intensidad es bien manejada por Martin Campbel, que había dirigido la también muy buena “Goldeneye”.

Esta es una historia de comienzo, un relanzamiento. Se vuelve extraño que eligieran a Judi Dench para “M”, si lo que querían era despegarse, pero se torna aceptable porque ella es, como siempre, brillante.

Craig es un Bond más tosco, más rudo, más “Jason Bourne”. Y eso es algo que hasta cierto punto es comprensible... pero falta algo. Algo que Roger Moore, Sean Connery, y Pierce Brosnan tenían... “charm” que le dicen. Más allá de eso, trabaja muy bien (se sabía que es buen actor).

La secuencia de persecución inmediatamente posterior a los créditos de inicio es memorable, de lo mejor que se ha visto en la serie. Y Craig corre de una forma que parece Tom Cruise persiguiendo a Jackie Chan (la agilidad del perseguido no tiene nada que envidiarle a Jackie).

Hablando de los créditos: bastante pobre tanto la canción como la secuencia en sí. Ni cerca de “Goldeneye”.

El mayor problema de la película es el período posterior al final del juego de cartas. Allí se prolonga demasiado, tratando de desarrollar una química entre los personajes que no queda muy clara, y perdiendo mucho tiempo. La cosa es, en ese momento, un poco cursi y lenta.

Hay un claro carácter autoconsciente que no convence demasiado. Son guiños que tratan al mismo tiempo de reconocer al personaje y de diferenciarlo de las anteriores encarnaciones. Dato: no se puede hacer ambas cosas al mismo tiempo. El manejo de Brosnan en Goldeneye es lo más lejos que se puede llegar con eso. Todos sabemos quién y cómo es Bond, no tienen que recordárnoslo en forma explícita y tratar al mismo tiempo de reconstruirlo. Simplemente no tiene sentido.

En definitiva, es una buena película, que no se salva de ciertas imperfecciones, pero que presenta una base muy interesante para una nueva vida de la franquicia. Tiene mucho del espíritu de las viejas películas de Bond. Ideal para pasar un rato entretenido.

[***1/2 / *****]

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