Vanity Fair

En el proceso de autodescubrimiento, llego a lugares extraños. No soy persona de tener todo claro, pero me conozco bastante bien.

Conozco la mayoría (espero) de mis defectos (lo que no quiere decir que públicamente los reconozca) y también sé cuáles son mis puntos fuertes.

Por eso, esta mañana me sorprendió encontrarme con un aspecto de mí mismo que no tenía previsto.

En un ataque de algo que podría llamar estupidez extrema, me ofrecí a hacer algo que no quería hacer sólo para demostrar que puedo, y para que se sepa que puedo hacerlo. Eso es una actitud bastante cuestionable.

Es una cosa muy extraña. No sabía (o tal vez lo sabía, pero no había querido notarlo) que era capaz de ese tipo de cosas. Lo admito: no soy un ejemplo de la modestia, pero de ninguna manera me podría considerar una persona vanidosa.

Claro que esto de hoy pone en duda un poco eso. Entonces me empiezo a preguntar qué otras cosas son producto de eso que no sabía que estaba ahí. La primera (y más obvia) es el blog.

¿Escribo porque me gusta escribir, porque tengo algo que decir, o porque me gusta que me lean? ¿Hay ego escondido en el fondo de todo esto? Tal vez lo haya. Por otro lado, lo que pongo acá son cosas que hablo también con amigos, y cosas que quiero escribir para mí, para poder leerlas yo mismo... supongo.

Pero volviendo a mí (no me escapa la ironía), siempre me molestó la gente con demasiado ego. Nada me resulta más insoportable que la gente que tiene que agacharse porque el ego no pasa por la puerta. Probablemente es una consecuencia de no ser del grupo de los “populares” en la secundaria (en el sentido Americano de la expresión). Pero ese lado crítico de mí, siempre me pareció algo positivo.

Me asusta un poco pensar que yo no sea tan distinto. Una de las satisfacciones que uno tenía es no ser así. Pero de golpe me encuentro con que me interesa impresionar a alguien (una o varias personas).

Definitivamente no está bueno eso.